Efemérides

Talleres 1 San Jorge 0 | A un año del ascenso 

Para volver
Fotos: La Docta Fútbol Club (Marcelo Fernández)

En la noche del 6 de mayo, se cumple un año de la vuelta de Talleres a la B Nacional tras vencer a San Jorge por 1 a 0. Un ascenso que costó sangre, sudor y lágrimas, tanto para los jugadores como para sus hinchas, que colmaron las tribunas del Mario Kempes. 




"Para volver, lo intento todo, para volver, cada vez que pronuncio tu nombre me invade la nostalgia..... Para volver, perdí mi orgullo, para volver y no siento reparo en decirte lo mucho que te quiero" fue parte de una canción que escribió Carlitos Jiménez allá por mediados de los 80. El cordobés más famoso nunca pensó que treinta años después aquellas frases serían los gritos de guerra del sufrido pueblo albiazul. 


¿Qué más se le podía pedir al hincha? Venía de un descenso increíble en el 2004 seguido de la traumática quiebra, y para peor, en el 2009 vio caer al club de sus amores al Torneo Argentino A. Nada de eso lo alejó de su eterno amor, todo lo contrario, infló el pecho y así como viajó y alentó al "matador" en la Bombonera o el Monumental, lo hizo también en la tribuna de madera de Sportivo Belgrano de San Francisco, o arriba de un árbol en la cancha de Libertad de Sunchales. Sintió que ese amor era inquebrantable, pese a creer que el destino se le reía en la cara cada vez que veía desfilar a jugadores y técnicos que hablaban más de lo que hacían adentro de la cancha. "No me importa la cancha ni la categoría, yo te sigo alentando como toda la vida" , "Yo vengo por la camiseta" , "Por la historia y la pasión" gritaban con todas sus fuerzas pese a todo, y mientras tanto habían pasado cuatro eternos años. La patota de Cacho Sialle en el banco, encabezada por el goleador Gonzalo Klusener, el capitán Javier Villarreal y el arquero Diego Aguiar, hicieron creerle al hincha que esta vez no se les podía escapar.



Y fue así que llegó esa noche: lunes 6 de mayo de 2013, en el Estadio Kempes. 60 mil lugares agotados en tan sólo 36 horas y cuatro días antes del partido para recibir a San Jorge de Tucumán. La ciudad se paralizó bajo aquella luna que iluminó cada uno de los corazones "albiazules". Talleres tenía que ganar, y esperar que Maipú de Mendoza no hiciera lo propio en Tandil ante Santamarina, dirigido por un conocido de la casa como Gustavo Coleoni. 


Arrancó el partido, y el primer estallido llegó desde el sur del país: González había puesto el 1 a 0 para Santamarina, y con ese resultado, la "T" debía ganar para volver a la B Nacional. Los minutos corrían, el aliento no cesaba desde los cuatro costados y si bien el ascenso parecía cada vez más cerca, todos los presentes en el estadio sufrían de la manera en que lo habían hecho durante toda su vida al lado de la azul y blanca. 



Cinco minutos del segundo tiempo marcaban los relojes, momento en el cual Gastón Bottino escaló por enésima vez por el sector derecho y metió un pase al medio al que Maximiliano Velasco le metió el taco de su pierna derecha para mandarla al fondo de la red, llenarse la boca de gol, y desatar un grito interminable de 60 mil gargantas que expulsaron demonios, fantasmas y males que llevaban en su interior desde hacía un tiempo. 



Luego de tanta espera, el árbitro Bruno Bocca se apiadó de aquellos y finalizó el cotejo. Ni el más grande director de Hollywood pudo imaginar en su cabeza esa escena: el capitán Javier Villarreal abrazado junto a su familia en la línea lateral, Cacho Sialle, emocionado y unido en un abrazo junto a su cuerpo técnico mientras que el resto de los jugadores festejaban de manera alocada en el terreno de juego. Las tribunas, colmadas por un delirio ensordecedor, alojaban a los hinchas que al grito de "dale campeón" y "Viejo y glorioso Talleres" le agradecían a sus gladiadores por todo lo que habían hecho. 



Un colectivo descapotable apareció de repente y todos los jugadores se subieron al mismo para dar la vuelta olímpica y saludar a los hinchas que se encontraban más firmes que nunca, y no cesaban en su festejo. 



Las calles rapidamente se tiñieron de azul y blanco mientras miles de personas y vehículos comenzaron a formar parte de una caravana eterna cuyo lugar de llegada era el frente del Patio Olmos. 


Con festejos que duraron hasta altas horas de la noche en toda Córdoba, finalizó lo que fue una jornada histórica no sólo para Talleres, sino para el fútbol de la Docta, que volvía a tener a uno de sus equipos más representativos en la B Nacional.

Y fue así también la forma en que volvió el conjunto de barrio Jardín, que se consagró campeón del torneo y con el estadio lleno, como sólo la "T" pudo hacerlo. Aquella noche, fue "La noche de las 60 mil gargantas"